Les compartimos este maravilloso relato del fotógrafo Robert Sturman y su experiencia con Kristin, una Yogi que nos da una gran lección de vida.
-Durante una sesión fotográfica con una mujer llamada Kristin Miscall en el Central Park de Nueva York, tuve una conversación fantástica, ella me habló de cosas que no suelo escuchar a la gente hablar.
-Estaba tan conmovido por su gentil aceptación al inevitable proceso natural del crecimiento que le pregunté si podía escribir un párrafo al respecto.
-Como fotógrafo, siento que es mi responsabilidad, no alimentar a la bestia de la juventud. Sin embargo, a petición, a veces suelo suavizar ligeramente las líneas. Esto es algo que nunca haría por iniciativa propia, porque no me gustaría que alguien piense que no es perfecto tal y como es.
-Cuanto más podemos aceptar nuestro proceso de envejecimiento, más saludables nos convertiremos. Y si alguna subcultura va a ser pionera de esta revolución, yo diría que los Yogis están en la posición perfecta para hacerlo. Esto es lo que Kristin tenía que decir:
“Por favor no toque mis líneas…ellas revelan la arquitectura de mi vida. Esos pliegues profundos entre las cejas cuentan historias de sueños y pensamientos, de la angustia y del éxtasis. Las que enmarcan la nariz y los labios contienen los ecos de miles de sonrisas nacidas de amar y de vivir, y de maravillarse de cientos de puestas de sol y de mis perros jugueteando.
Si quitas esas huellas, se borra al mismo tiempo la evidencia de años plenamente vividos, en medio de un amplio tapiz de humanidad perfectamente desordenado. Por favor no toques mis líneas, permite que mis líneas te toquen a ti…” Kristin Miscall.