Desde que incorporé la práctica de yoga y meditación en mi vida me gusta reservar pequeños espacios de tiempo durante el día para tan solo estar y observar.
Uno de mis lugares favoritos para ello, es un ventanal que está en la parte más tranquila de mi casa. Desde ahí, puedo disfrutar al observar un horizonte rodeado de arboles y de un exquisito silencio, tan solo se aprecia el canto de algunas aves.
Ese lugar, me devuelve al presente, al aquí y ahora. La naturaleza ayuda a tomar la vida tal y como es, cambiante y sencilla.
Cambiante, porque al igual que esos arboles van mudando sus hojas, y cambiando los matices de color, conforme pasan las estaciones, puedes darte cuenta de que la vida es igual, no hay un día igual que el anterior, y aunque nuestros objetivos e ideas tengan un propósito establecido, hay cosas que no dependen de nosotros y debemos aceptarlas.
Sencilla, porque hace falta muy poco para ser feliz, si prestamos atención nuestros momentos más felices han nacido desde nuestro interior, más bien son sensaciones de plenitud, bienestar y paz con todo lo que nos rodea.
Aceptar no significa conformarse o sumisión, significa que tenemos que adaptarnos a las circunstancias.
En la vida al igual que en el yoga lo podemos apreciar continuamente. ¿Quien puede afirmar que cada día de práctica es igual al anterior?. Un día tu cuerpo es flexible y fluye en cada movimiento, otros en cambio te sientes rígido y con la mente más dispersa. Lo importante es ser consciente de ello, no abandonar, ni pensar que “eso no es para mi”, fluye, acepta la vida, en cada momento, mañana será diferente.
Ser conscientes de que todo es efímero, y de que nada es para siempre, es lo importante. Reservar “tiempo muerto” para no olvidarlo y volver a la vida cada mañana, con la convicción de que si abrimos bien los ojos y nuestro corazón podremos apreciar algo nuevo y autentico.
¡Acepta la vida!
Namasté
Por María González Santos / 10 julio 2017
Vía aomm.tv